Al tratar la despoblación, el olvido y la desindustrialización de ciertas zonas de nuestro país, Facendera puede inscribirse en la línea de autores como el asturiano Xaime Martínez, quien en La fuercia o les 4 epifaníes de Martín Feito (Hoja de Lata, 2021) también presenta una central térmica cercana a la demolición, o de la cordobesa María Sánchez, que lleva años reivindicando el medio rural y a quienes lo integran en obras como el poemario Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017) o el ensayo Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019). “Con las últimas correcciones recuerdo leer a autores como Esther García Llovet, pero para mí en términos de estilo también están ahí autores como Luis Magrinyà o César Aira”, dice García Sierra, al ser preguntado sobre sus referencias literarias. La trama de Facendera, al igual que muchos poemas de García Sierra, tampoco puede desligarse del contexto socioeconómico actual: la precariedad, las drogas y la ansiedad generalizada no solo envuelven a quienes se quedan en pueblos sin nombre, como el de la novela, también atraviesan a varias generaciones que, pese a abandonar sus lugares de origen en busca de un futuro mejor, terminan regresando con la misma incertidumbre o sobreviviendo a duras penas en grandes ciudades. “Mira tú dónde están los que se fueron del pueblo al acabar el colegio. Comiéndose ladrillos, igual que yo”, dice uno de los personajes. “Estuve dos años pasándolo superbien con la novela”, concluye García Sierra, que opina que no se puede escribir un libro pensando específicamente en publicar, porque “eso viene después”; él aún no sabe lo que vendrá en el futuro.
Toda su vida se ha dedicado a los menores.
Ya no disfrutas las salidas con amigos o las tardes de sofá y mantita frente a la tele. Estés donde estés, tu cabeza siempre está en la residencia. Mi hermana Eva, sin embargo, duró más. Superó los cinco años. Acabó dirigiendo un centro. Toda su vida se ha dedicado a los menores. Desde que estudiaba la carrera hasta que se jubiló: cuarenta y cinco años. El primer año crees que puedes con todo, pero a los cinco te hundes. Por eso, casi todos los educadores son muy jóvenes, llegan directos de la facultad, creen que van a comerse el mundo. Pero al final el centro les come a ellos. Luis Eduardo Ramírez Icardi estuvo once años en el centro de menores Niño Jesús de Valencia. En el centro estaba internada Maite. Es alta, muy bien formada, tiene una melena de anuncio de champú, y unos ojos enormes y almendrados que brillan como semáforos.
Escribir la fecha puede parecer sencillo y de manera extraña difícil al mismo tiempo.
Para redactar una carta formal en inglés debes tener en cuenta las partes en las que se divide esta y recurrir a las fórmulas habituales. Las reglas y pautas son básicas y la mayor parte de los documentos liderados al extranjero, así sean compañías, universidades u otras instituciones, tienen que seguir un lenguaje formal también en inglés. Si bien hemos distinguido los tipos de cartas en formales y también informales, cabe destacar asimismo algunas otras. Escribir la fecha puede parecer sencillo y de manera extraña difícil al mismo tiempo. Sólo tienes que trasmitir unos pocos datos, pero no hay una única forma de redactar la fecha. En cambio, hay un puñado de variedades de formato para distintas oportunidades, dialectos y propósitos. El lenguaje que se emplea en esta clase de cartas es considerablemente más cálido, accesible y informal, ya que el contexto es íntimo. En las cartas informales o coloquiales, el remitente y el destinatario sostienen nudos más estrechos, con lo que el concepto de carta, el lenguaje y su contenido es mucho más abierto y variado.
De manera que hoy por hoy no es garantía de nada.
Hay temor en Bogotá, desde donde se escribe esta nota, y en la ciudad de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, por lo que pueda pasar el domingo en caso de un triunfo del ingeniero Hernández, pues en ambas capitales Petro mantiene una amplia ventaja. La militancia de Pacto Histórico incluye facciones que ya ha demostrado su capacidad de movilización para emprender acciones violentas coordinadas y bloqueos articulados. El Ministerio del Interior ha informado de que la seguridad está garantizada y que la fuerza pública garantizará el orden público y la movilidad en cualquier escenario. Eso mismo informó en abril del año pasado, horas antes del estallido que paralizó al país y dejó a Colombia en la incertidumbre durante varios meses. De manera que hoy por hoy no es garantía de nada. Hernández ha dicho una y otra vez que confía en la Organización Nacional Electoral, que confía en la fuerza pública, que respetará el resultado y que seguirá trabajando por Colombia. Petro, por su parte, ha generado todo tipo de dudas sobre el proceso electoral y su transparencia, ha comentado que no descartaría revivir el M-19 (guerrilla en la que militó y que en 1985 se tomó el Palacio de Justicia y asesinó a los magistrados de las altas cortes), que se orquesta un golpe de estado en su contra y que el pueblo en las calles puede cambiar las cosas. Como pocas veces en la historia (Leer más En este artículo), Colombia se juega su futuro a partir de las 8:00 AM de este domingo.
Pero García Márquez raramente respondía por escrito esos mensajes, cuenta García Elizondo. “Él no era de escribir cartas, se la vivía hablando por teléfono”, recuerda la nieta. De joven, sin embargo, cuando hablar por teléfono era todavía demasiado caro, García Márquez no podía permitirse otra cosa que contestar por escrito. En aquellas misivas, cuenta el historiador Álvaro Santana-Acuña, se lee al joven periodista colombiano intentando convertirse en escritor. “En una carta, dice que está tratando de ser escritor profesional, pero no puede porque tiene que mantener a su familia y no consigue buenos contratos”, explica Santana-Acuña. “Cuando está escribiendo Cien años de soledad”, continúa el académico, “expresa que tiene dudas sobre si la novela es buena”. Solo después, cuando su situación económica mejora, las cartas que redacta empiezan a ser pocas y breves. La correspondencia de su juventud está resguardada por el Harry Ransom Center, la institución de la Universidad de Texas en Austin que conserva todo el legado del Nobel, que incluye además originales de obras publicadas e inéditas, material de investigación, fotografías, guiones, cuadernos de notas y ahora, también, las cartas recientemente encontradas.